Crónica
Charlotte y Pierre fueron expulsados de Bon Soleil en 2004.
Los cada vez más frecuentes desmayos de Charlotte (que varios profesores atribuían a posesiones demoníacas) y los brutales ataques sexuales perpetrados por su hermano a varias alumnas, aunque eran motivo de gran entretenimiento para M.C., resultaban abominables para la asociación de padres. De modo que empezaron a presionar a M.C. para que los echara del centro. Esta actitud tan intransigente por parte de los padres de los alumnos le resultaba muy inapropiada a M.C, en honor a la justicia, la igualdad y la fraternidad. Por esta razón, decidió empezar a sabotear las clases de los hijos de los padres reaccionarios, para ver si así se retractaban en su incivismo. Entraba sin previo aviso y les rayaba las libretas, o les señalaba y les llamaba caraculo, o se chivaba de que no habían hecho los deberes. A veces entraba, se tiraba un pedo y le echaba la culpa a alguna niña. Una vez llegó incluso a aplastar con sus propias manos al hamster-madre de CM1 y a dejarlo sobre el escritorio de un niño. La maîtresse de turno se veía forzada a castigar a los alumnos con gran teatralidad dando la razón a M.C. (ya que éste les prometía jugosos suplementos de dinero, aunque al final sólo les permitía repetir yogur). No obstante, todo esto no parecía hacer cambiar la opinión de los padres.
Viendo que esto no suscitaba reacción alguna, M.C. probó a incendiar el edificio de maternelle. Con la ayuda de T. y H., colocó estratégicamente 3 bombonas de butano en cada planta y las detonó desde su despacho. Murieron al instante 25 niños y 5 maestros (todos nuevos, menos mal). Mientras se oían los gritos de los pocos supervivientes que salían al patio, M.C. lo celebraba tirándole a La China pelotillas (a La China sólo la sacaba de la caja en ocasiones así de especiales, aunque ya hacía tiempo que había entrado en un coma profundo).
Los padres se tomaron con bastante filosofía el genocidio (algunos se suicidaron, otros decidieron tener más hijos, y gran parte de ellos estaban encantados de haberse quitado de encima el peso de la paternidad), de modo que no cedieron al chantaje y M.C. se vio forzado a despedir a Charlotte y a Pierre. Esta situación provocó en Charlotte un desequilibrio emocional profundo, por el que perdió el poco apetito que le quedaba. Pierre seguía igual de desequilibrado que siempre.
Así, los dos hermanos decidieron mudarse a un lugar más tranquilo, alejado del bullicio de la ciudad y de las miradas. Se instalaron en un cine abandonado, cerca de la central nuclear de Vandellós. Sobrevivían a base de los huevos de las palomas que habían anidado en las cornisas de las ventanas, así como de los pocos insectos que encontraban. Una vez vino una monja a ofrecerles alimento y cobijo, pero acabó siendo violada por Pierre. Cuando estaba a punto de despedazarla y echar los restos a los gatos, vio en ella a la madre que nunca había conocido (los dos hermanos habían sido encontrados en un vertedero público a los 2 meses de edad, metidos dentro de un bolso de Vuitton, junto con una escobilla de vater ennegrecida y un recorte del periódico de la sección de contactos). La sentaron en una butaca en la entrada y la empezaron a llamar Reverendísima Madre Universal. Decidieron convertirla en una reliquia, con la esperanza de reencontrar el sentido de sus vidas. Charlotte la limpiaba a conciencia cada día, mostrando una piedad inquebrantable. También solía sentarse en su regazo y susurrarle al oído que era una sucia, que sólo la cuidaba porque cuando muriera se quedaría con su hábito. Pero luego se arrepentía y le decía que era broma.
Mientras tanto, Pierre se dedicaba a pajearse viendo antiguas películas de los años 40. Se sentía absolutamente seguro dentro de la sala de proyección, de la que casi nunca salía. Solamente bajaba para "ducharse". Para ello encendía el proyector y se ponía de espaldas a el, frente a la pantalla, desnudo y con los brazos y piernas separados. Decía que así se le borraban los pecados. Todo esto mientras miraba de reojo a la Reverendísima Madre Universal, gritándole eufórico "Vous devez être bien fière de moi, je deviens un ange!". También aprovechaba para hacer pis y cagar. Luego llamaba a Charlotte para que lo recogiera, y volvía a su sancta sanctorum.
Charlotte empeoró con rapidez. Se medía la cintura con las manos y se deprimía al verse tan delgada. Pensaba que todo era culpa de la Madre, que le había echado un maleficio por las cosas horrendas que le decía. Pero de repente, le pareció bien. Un día, convencida de que su peso había pasado a ser negativo, se precipitó desde los palcos de la segunda planta. Durante la caída libre, sintió que había entrado en comunión con el polvo y las polillas, que abundaban en la sala. Todo parecía tener sentido, estaba justo donde tenía que estar.
Hasta que se estampó contra la tarima y se partió las piernas.
Pierre la llevaba observando desde hacía tiempo desde la sala de proyecciones, vestido tan sólo con unos zapatos de cuando se confirmó y con un babero de Bon Soleil que le cubría las partes púdicas. Le producía profundo asco ver cómo su hermana había acabado tan destrozada de la cabeza, llegó a sentirse culpable. Pero, al fin, vislumbró la solución.
De entre las películas que había en el cine, una destacaba de entre sus favoritas. Era Calígula, de Tinto Brass (1979). Le fascinaba aquel personaje histórico tan lleno de vida. Decidió que debía ser su referente, su icono. Y para empezar, decidió casarse con su hermana, Charlotte.
Los cada vez más frecuentes desmayos de Charlotte (que varios profesores atribuían a posesiones demoníacas) y los brutales ataques sexuales perpetrados por su hermano a varias alumnas, aunque eran motivo de gran entretenimiento para M.C., resultaban abominables para la asociación de padres. De modo que empezaron a presionar a M.C. para que los echara del centro. Esta actitud tan intransigente por parte de los padres de los alumnos le resultaba muy inapropiada a M.C, en honor a la justicia, la igualdad y la fraternidad. Por esta razón, decidió empezar a sabotear las clases de los hijos de los padres reaccionarios, para ver si así se retractaban en su incivismo. Entraba sin previo aviso y les rayaba las libretas, o les señalaba y les llamaba caraculo, o se chivaba de que no habían hecho los deberes. A veces entraba, se tiraba un pedo y le echaba la culpa a alguna niña. Una vez llegó incluso a aplastar con sus propias manos al hamster-madre de CM1 y a dejarlo sobre el escritorio de un niño. La maîtresse de turno se veía forzada a castigar a los alumnos con gran teatralidad dando la razón a M.C. (ya que éste les prometía jugosos suplementos de dinero, aunque al final sólo les permitía repetir yogur). No obstante, todo esto no parecía hacer cambiar la opinión de los padres.
Viendo que esto no suscitaba reacción alguna, M.C. probó a incendiar el edificio de maternelle. Con la ayuda de T. y H., colocó estratégicamente 3 bombonas de butano en cada planta y las detonó desde su despacho. Murieron al instante 25 niños y 5 maestros (todos nuevos, menos mal). Mientras se oían los gritos de los pocos supervivientes que salían al patio, M.C. lo celebraba tirándole a La China pelotillas (a La China sólo la sacaba de la caja en ocasiones así de especiales, aunque ya hacía tiempo que había entrado en un coma profundo).
Los padres se tomaron con bastante filosofía el genocidio (algunos se suicidaron, otros decidieron tener más hijos, y gran parte de ellos estaban encantados de haberse quitado de encima el peso de la paternidad), de modo que no cedieron al chantaje y M.C. se vio forzado a despedir a Charlotte y a Pierre. Esta situación provocó en Charlotte un desequilibrio emocional profundo, por el que perdió el poco apetito que le quedaba. Pierre seguía igual de desequilibrado que siempre.
Así, los dos hermanos decidieron mudarse a un lugar más tranquilo, alejado del bullicio de la ciudad y de las miradas. Se instalaron en un cine abandonado, cerca de la central nuclear de Vandellós. Sobrevivían a base de los huevos de las palomas que habían anidado en las cornisas de las ventanas, así como de los pocos insectos que encontraban. Una vez vino una monja a ofrecerles alimento y cobijo, pero acabó siendo violada por Pierre. Cuando estaba a punto de despedazarla y echar los restos a los gatos, vio en ella a la madre que nunca había conocido (los dos hermanos habían sido encontrados en un vertedero público a los 2 meses de edad, metidos dentro de un bolso de Vuitton, junto con una escobilla de vater ennegrecida y un recorte del periódico de la sección de contactos). La sentaron en una butaca en la entrada y la empezaron a llamar Reverendísima Madre Universal. Decidieron convertirla en una reliquia, con la esperanza de reencontrar el sentido de sus vidas. Charlotte la limpiaba a conciencia cada día, mostrando una piedad inquebrantable. También solía sentarse en su regazo y susurrarle al oído que era una sucia, que sólo la cuidaba porque cuando muriera se quedaría con su hábito. Pero luego se arrepentía y le decía que era broma.
Mientras tanto, Pierre se dedicaba a pajearse viendo antiguas películas de los años 40. Se sentía absolutamente seguro dentro de la sala de proyección, de la que casi nunca salía. Solamente bajaba para "ducharse". Para ello encendía el proyector y se ponía de espaldas a el, frente a la pantalla, desnudo y con los brazos y piernas separados. Decía que así se le borraban los pecados. Todo esto mientras miraba de reojo a la Reverendísima Madre Universal, gritándole eufórico "Vous devez être bien fière de moi, je deviens un ange!". También aprovechaba para hacer pis y cagar. Luego llamaba a Charlotte para que lo recogiera, y volvía a su sancta sanctorum.
Charlotte empeoró con rapidez. Se medía la cintura con las manos y se deprimía al verse tan delgada. Pensaba que todo era culpa de la Madre, que le había echado un maleficio por las cosas horrendas que le decía. Pero de repente, le pareció bien. Un día, convencida de que su peso había pasado a ser negativo, se precipitó desde los palcos de la segunda planta. Durante la caída libre, sintió que había entrado en comunión con el polvo y las polillas, que abundaban en la sala. Todo parecía tener sentido, estaba justo donde tenía que estar.
Hasta que se estampó contra la tarima y se partió las piernas.
Pierre la llevaba observando desde hacía tiempo desde la sala de proyecciones, vestido tan sólo con unos zapatos de cuando se confirmó y con un babero de Bon Soleil que le cubría las partes púdicas. Le producía profundo asco ver cómo su hermana había acabado tan destrozada de la cabeza, llegó a sentirse culpable. Pero, al fin, vislumbró la solución.
De entre las películas que había en el cine, una destacaba de entre sus favoritas. Era Calígula, de Tinto Brass (1979). Le fascinaba aquel personaje histórico tan lleno de vida. Decidió que debía ser su referente, su icono. Y para empezar, decidió casarse con su hermana, Charlotte.